HÁGASE EN MÍ CONFORME A TU PALABRA!

En una sociedad que constantemente nos anima a buscar nuestra propia felicidad y nuestros propios deseos, es fácil olvidar que la verdadera satisfacción proviene de seguir el plan de Dios. Esta forma de actuar me resulta aún más evidente cuando estoy con mi hijo de 4 años, cuya terquedad ilustra perfectamente la lucha por aceptar que no siempre podemos lograr lo que queremos. Así como los niños pequeños persiguen tenazmente sus metas, a nosotros los adultos muchas veces nos resulta difícil dejar de lado nuestros deseos en pos de algo más significativo.

La terquedad de un niño puede ser frustrante para los padres. Cada vez que mi hijo pide algo, su perseverancia es admirable, pero muchas veces no entiende por qué no puede tenerlo. Esta situación es comparable al ego humano, que también se aferra a sus propios deseos y busca convencernos de que nuestra visión es la correcta. La realidad es que muchas veces nuestros deseos pueden ser dañinos o simplemente no estar alineados con lo que realmente necesitamos.

Cuando las cosas no salen como queremos, es natural sentirse molesto o desanimado, como lo haría un niño pequeño. Sin embargo, es en estos momentos de frustración que debemos respirar profundamente y recordar que hay un plan mayor. Así como nuestros niños deben aprender a confiar en nuestras decisiones como padres, nosotros también debemos aprender a confiar en la dirección divina.

La Anunciación de María: un recordatorio de nuestra misión

La fiesta de la Anunciación de María nos ofrece una valiosa perspectiva de nuestro propósito en esta vida. Este evento sagrado no solo celebra a la Virgen María, que fue elegida para llevar al Verbo hecho carne en su vientre, sino que también nos recuerda que cada uno de nosotros recibe un anuncio especial de Dios. Este llamado pide una respuesta de nosotros: “Hágase en mí según tu palabra”.

Al igual que María, estamos invitados a decir “sí” a la voluntad del Padre, incluso cuando nuestros deseos personales parecen más atractivos o inmediatos. Elegir vivir el evangelio y guardar los mandamientos, por encima de nuestras propias inclinaciones, es una acción que nos acerca a la esencia de nuestra existencia.

Elegir seguir la voluntad de Dios no significa que tengamos que abandonar nuestros sueños o metas. En cambio, se trata de sincronizar nuestras ambiciones con Su plan más grande. Esto puede ser difícil, especialmente en tiempos difíciles, pero cada pequeño paso de obediencia nos acerca a la persona que Dios quiere que seamos.

A través de la oración y la autorreflexión, podemos descubrir lo que significa vivir de acuerdo con la voluntad del Padre. Puede manifestarse en cómo tratamos a los demás o cómo enfrentamos los desafíos diarios. Cada elección que hacemos refleja nuestra fe y nuestra conexión con Dios.

Cuando pensamos en la terquedad de un niño, nos damos cuenta de que todos luchamos por equilibrar nuestros deseos y las intenciones de Dios para nosotros. La historia de la Anunciación de María nos recuerda que debemos mantener nuestros corazones abiertos y aceptar Su llamado a la obediencia.

Cada paso que damos hacia la voluntad de Dios es una expresión de amor y confianza. La vida puede ser desafiante y es posible que como niños a veces sintamos ganas de hacer berrinches, pero al elegir Su camino, descubrimos un renovado sentido de propósito. Puede que no siempre consigamos lo que queremos, pero encontraremos lo que realmente necesitamos. ¡Esforcémonos por hacer de nuestra vida un fiel reflejo de esa voluntad!

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